Cannes 2024 – La voz al cine debida

Mireia Iniesta, Lucas Santos

De entrada, señalemos que, en esta última edición del festival de Cannes, la cinefilia ha tenido un lugar privilegiado en muchas de las películas seleccionadas que hemos podido ver. La memoria de las imágenes, la noción de archivo y el idilio entre el texto fílmico y su creador han cimentado trabajos como Spectateurs (2024),de Arnaud Desplechin. Como su propio título indica, el film es una celebración de la cinefilia cálida pero en absoluto afectada. Asistimos a la educación sentimental -esto es, a sus primeros amores y al acercamiento a cosas como el cine de terror, los textos de Gilles Deleuze, la obra de Claude Lanzmann…- del heterónimo habitual de Desplechin, Paul Dedalus, siguiendo el curso de los recuerdos de una manera un tanto caprichosa cuya fuente de inspiración, explícitamente citada, es la obra de Marcel Proust. SIGUE LEYENDO EN http://cinentransit.com/cannes-2024/

L’humain d’abord

Mireia Iniesta, Lucas Santos

Al pensar en Titane, de Julia Ducournau, resulta difícil no invocar al maestro David Cronenberg, de quien parece evidente que se ha nutrido la directora francesa. Sin embargo, en algún punto de su carrera, todo discípulo y toda discípula acaba matando al padre. Como parece ser el caso. De sobras conoce la audiencia la pasión de Cronenberg por los motores, plenamente manifiesta en títulos como Fast company, Crash o Cosmopolis. La parafilia de los personajes de Crash, unida al coito en el interior de la limusina en la que se desarrolla Cosmopolis, se convierte en la pulsión sexual natural de la protagonista de Titane, sumergida en la nueva carne desde la infancia, después de que le inserten una placa de titanio en la cabeza tras sufrir un accidente de tráfico. El encuentro sexual de nuestra asesina con uno de los coches que forman parte del peep show en el que trabaja cada noche tiene como consecuencia un embarazo híbrido. A partir de ese momento, la maternidad adquiere un relieve fundamental en el devenir de los hechos.

En 1984, Donna Haraway escribió el Manifiesto Cyborg. Su texto planteaba la idea de que un cíborg es un organismo cibernético, un auténtico híbrido de máquina y organismo, en definitiva, una criatura compuesta de realidad social y también de ficción. Y defendía un feminismo socialista y posmoderno, no esencialista y dentro de la tradición utópica de imaginar un mundo sin géneros, sin génesis y, quizás, sin fin. Alexia, la protagonista de la película, se transforma en Adrien para ocultar su embarazo. El feminismo se pone al servicio del séptimo arte para contribuir a su transformación: el género fluido y no esencialista del personaje parece encerrar un discurso cinematográfico que apela a un tipo de cine que, además de ser queer, se niega a ser esencialista en sus planteamientos, por más que cuente con un guion al uso y una forma clásica de rodar.

Además, la naturaleza híbrida o metamorfoseante de Alexia y de la criatura que gesta en su interior parece ser también la de la propia película: Titane empieza como un thriller gore sobre una psychokiller que pierde el control y evoluciona hacia el relato de la más extravagante de las recomposiciones familiares. Y todo ello emparenta el film de Ducournau -algo que, por cierto, ya se intuía en su primer largometraje, Grave– con los rasgos de un cierto cine fantástico de autor francófono, extraño e imaginativo, que venimos viendo de un tiempo a esta parte. Películas en las que, precisamente, asistimos a diversos tipos de metamorfosis: el protagonista de Teddy (Ludovic y Zoran Boukherma) se convierte en un hombre lobo adolescente en la Francia de provincias; los jóvenes hechizados de Les Garçons sauvages (Bertrand Mandico) cambian de género y se transforman en mujeres; y nadie experimenta más metamorfosis consecutivas que el Monsieur Oscar de Holy Motors (Léos Carax), película cuyo epílogo, protagonizado por limusinas parlantes, parece prefigurar la fusión entre coche y ser humano de Titane.

Ducournau, además, sigue en Titane la senda de Marina de Van, directora que ya había incursionado en el fantástico y en la nueva carne, y un título como Dans ma peau se nos antoja un antecedente plausible del film que nos ocupa. Pero Titane contiene también otro guiño al cine francés actual: la presencia de Bertrand Bonello como actor en un papel breve pero sustancioso. Precisamente Bonello, un realizador que ha conjugado las reminiscencias de ese tronco central del cine de autor francés que deriva de la Nouvelle Vague con los acentos de la serie B, el fantástico, el cine de los años setenta… Y que ha dedicado su último largometraje, Zombi Child, a una de las metamorfosis por antonomasia del género fantástico, es decir, la transfiguración en zombi. Aunque no lo parezca a primera vista, títulos como Tiresia, L’Apollonide o Nocturama han acompañado a la emergencia de ese nuevo cine de autor fantástico, queer y colorista que tal vez haya encontrado en Titane su buque insignia, aunque sólo sea por el hecho de haber alcanzado la más alta distinción en el más reputado de los festivales.

Y, tal vez, la relevancia de Titane tenga también otra faceta. Porque nunca el género fantástico está desligado de la realidad, siempre se entrevé algo más terrenal, algo en relación con el estado de las cosas a nuestro alrededor. Probablemente la película de Ducournau contenga una esperanzadora reflexión entre líneas sobre la condición humana. El bombero encarnado por Vincent Lindon, encorsetado en un tipo de masculinidad tóxica, y el personaje de Alexia, una asesina en serie a punto de dar a luz, se encuentran en un mundo individualista y excluyente; y establecen un vínculo inesperado que acabará siendo de por vida a través del nacimiento de una criatura híbrida. De este modo, Titane parece querer transmitirnos en su mensaje final: l’humain d’abord.