Sitges 2022 – De la vida después del apocalipsis

Sitges es un oasis en más de un sentido. Por ser una agradable localidad costera a unos kilómetros del bullicio de Barcelona, sí, pero también porque el Festival Internacional de Cine Fantástico, cuya 55ª edición ha tenido lugar entre el 6 y el 16 de octubre, parece desarrollarse al margen de los avatares del mundo de hoy: mientras Occidente tontea con la posibilidad de una guerra apocalíptica y el cinematógrafo afronta su enésima encrucijada existencial, el cine fantástico que hemos visto en el certamen se interroga sobre su propia identidad hurgando en sus raíces y buscando formas de remodelación y perpetuación, como si el fin del mundo no fuera con todos nosotros, hacedores, espectadores y comentadores de películas. Así pues, el festival de Sitges de este año I D.G. (después de Godard) ha sido, según como se mire, como una obra colectiva interpretada por los músicos ilusos del Titanic o como el diario de una banda de robinsones que, después del naufragio, están sembrando la tierra de una nueva isla con las semillas que traíamos en el zurrón de la tradición del género fantástico. SIGUE LEYENDO EN http://cinentransit.com/sitges-2022/

La hija del predicador

Mireia Iniesta, Lucas Santos

En 1972, en Deliverance (John Boorman), un grupo de excursionistas urbanitas sufría un desencuentro con una panda de lugareños embrutecidos en la Georgia profunda que acababa en una explosión de violencia. Y, en 1974, se estrenó The Texas Chainsaw Massacre (Tobe Hooper), en la que unos jóvenes sufrían el ataque con motosierra de un granjero cubierto con una máscara de piel humana en el corazón del estado de la estrella solitaria. Pues bien: la trama de X (Ti West) se desarrolla un poco después, en 1979, y también en un páramo perdido en algún lugar de Texas. Un productor viaja a una remota granja para filmar Las hijas del granjero, una película porno de bajo presupuesto junto a un reducido número de actores, al calor del éxito de Deep Throat (Gerard Damiano). El joven director que maneja el encargo pretende que su película X sea una película de autor, que emule “a los franceses”, como él mismo asegura.

La granja en la que recala el pequeño equipo de filmación pertenece a una pareja de ancianos, Howard y Pearl. La actriz Mia Goth, interpretará tanto a este personaje como al de Maxine, la joven promesa porno que aspira convertirse en la próxima Linda Lovelace. Desde que ambas mujeres se encuentran por primera vez, se producen múltiples escenas de identificación y de asimilación entre ellas: cuando ambas se reflejan en el mismo espejo en la casa de Pearl, el momento en que la anciana espía cómo se rueda una escena porno en la que Maxine es la protagonista y, por efecto del montaje, vemos cómo Pearl se imagina a sí misma ocupando el lugar de la joven actriz, mientras interpreta un orgasmo. Sin olvidar la escena en que Pearl se mete en la cama de Maxine y la acaricia para su estupor.

La impudicia que destila X no tiene nada que ver con la naturaleza de la película porno que se rueda en una granja en medio de la América profunda, en una cabaña propiedad de unos ancianos moribundos. Ni con la libido desenfrenada de Pearl, que se dedica a secuestrar, mancillar y asesinar a todo efebo hippie que ose pisar su propiedad, con ayuda de Howard, que ya no es capaz de satisfacerla. Ni siquiera con la moral sanamente relajada de las actrices. La verdadera impudicia radica en la escena en la que Goth, en su versión de actriz porno, yace escondida bajo la cama mientras Pearl hace el amor con su marido. Los espectadores vemos ese coito a través de un plano cenital; el personaje de Maxine solo puede oírlo. Esa escena conecta con uno de nuestros peores horrores infantiles: ver u oír a nuestros padres haciendo el amor. El vínculo de Pearl y de Maxine en esa escena pasa a ser maternofilial y relaciona a las dos generaciones. La que se vio truncada por dos guerras conecta con la de los jóvenes que vieron cómo su país había perdido la Guerra de Vietnam. A lo que alude ese prurito sexual, casi demoníaco de Pearl, que en Maxine se manifiesta en forma de ambición, es al sueño americano y a la imposibilidad de alcanzarlo. El personaje de Goth no para de repetir: “no aceptaré una vida que no merezco”. Exactamente la misma frase que pronuncia el predicador que aparece por primera vez en la televisión en un colmado de carretera y que veremos también en el televisor del salón de la casa de Pearl; y que, a la postre, se nos revela como el padre de Maxine. No podemos huir del legado de nuestros padres.

Estamos ante una asesina cuyas motivaciones se alejan de las de las del psicópata de The Texas Chainsaw Massacre, por más que el escenario en el que se desarrollen los hechos de ambas películas sea parecido. Pearl mata ante la imposibilidad de colmar un deseo sexual furibundo. La tentación de comparar X con La abuela de Paco Plaza también es poderosa, si se atiende exclusivamente a la angustia por la pérdida de la juventud y al deseo sexual. Sin embargo, la motivación de las ancianas de la película de Plaza es el amor romántico. Mientras que en X es esa líbido desenfrenada de Pearl, que entronca con las misóginas tesis de Otto Weiningeren su ensayo Sexo y carácter, donde afirma que la mujer es un ser esencialmente sexual y es capaz de cualquier atrocidad con tal de satisfacer sus deseos.

Otra de las originalidades de la película es que el primer personaje en morir es ese joven director que no se deja seducir por Pearl. El cine debía ser la salvación de todos los personajes. De hecho, cuando Maxine se está bañando desnuda en el lago, el caimán que domina sus aguas está a punto de devorarla y ella sale del agua en el momento en que el montaje alternado nos muestra la filmación de la película porno y oímos al director decir “acción”. Recordemos que X se desarrolla en una época llena de significado para el cine americano por diferentes motivos. Estamos al final de la década de los setenta, la industria del cine porno empezó a experimentar un auge pronunciado gracias a la popularización de los sistemas de vídeo doméstico. Además, el cine convencional había vivido ya una profunda transformación durante los años anteriores, es decir, desde que el advenimiento del Nuevo Hollywood hubiera transformado tanto la representación del sexo como la de la violencia en el cine americano. El joven director parece imbuido por el signo de los tiempos pero aspira a alcanzar unos estándares de autenticidad o de qualité con Las hijas del granjero que resultan más bien ridículas; de hecho, su propio compromiso con el film y toda su aura cool se ven en entredicho cuando su pareja, la sonidista del rodaje, decide por sorpresa asumir un papel también delante de la cámara. El sueño de la innovación cinematográfica se revela como un anhelo ingenuo, una torpe huida hacia adelante, como lo son también las aspiraciones de Pearl y Maxine: colmar el deseo en el caso de la anciana, dejar atrás una vida gris y convertirse en una estrella en el caso de la joven actriz. X nos dice cosas de inesperada profundidad no sólo sobre el cine sino también sobre el espíritu americano. La hija del predicador, que cierra la película conduciendo hacia un horizonte incierto, sigue huyendo al final hacia el sueño americano, emprendiendo tal vez un viaje a ninguna parte.