El temblor de lo humano

No es lo mismo cubrir un festival en representación de una revista especializada o medio de comunicación del tipo que sea, que formar parte de su organización. Desde fuera, se puede ver el resultado del trabajo, el discurso implícito en la forma que adopta un certamen: las rimas entre películas, los motivos recurrentes y demás corrientes freáticas de la programación, la elección de un cierto tipo de inauguración y clausura, la composición de los jurados y los premios que reparten… Desde dentro, un festival se ve como un trabajo artesanal hecho por personas que cuidan los detalles, solventan problemas, cultivan y recogen pacientemente el fruto de un largo esfuerzo. Es decir, al conocer las interioridades de su funcionamiento, es inevitable percibir ante todo el carácter profundamente humano del trabajo. Y creo que L’Alternativa, el festival de cine independiente de Barcelona en el que participa el arriba firmante programando cortometrajes, tiene la singularidad de transmitir esa naturaleza humana y artesanal no sólo a los que estamos implicados en el proyecto sino también a quienes siguen la muestra como periodistas, críticos o espectadores.

Es más: la alternativa que plantea L’Alternativa no es sólo al cine -digamos- institucional o convencional sino a todo un estado de las cosas. Me explico. Eso de la inteligencia artificial acaba de empezar y ya estamos ahítos de oír por todas partes altisonantes discursos ora apocalípticos, ora integrados. Y la cuestión es que, por el momento, el celebérrimo algoritmo de Netflix y demás robots omnipresentes e hiperactivos no hacen más que replicar esa mortecina reproducibilidad técnica que, desde mucho antes de la era de las redes sociales y las plataformas de streaming, nos constriñe a ver una y otra vez productos indistinguibles, impersonales, como esas presuntas empanadillas argentinas de aspecto industrial que se alinean en determinados escaparates como un ejército de clones. Frente a eso, lo primero que hace especial al cine de L’Alternativa es que nos permite sentir el temblor de la mano, el aliento del cineasta, el alma de algo que ha sido largamente modelado por seres humanos que dudan y que sienten. En ese sentido, tan significativo es un cortometraje como Máxica Neves no Nadal (Víctor Soho), que subvierte la estética maquinal y pixelada de la hojarasca digital al dotarla de una voz rabiosamente humana, como la cálida reivindicación de la cultura cinéfila en sentido tradicional que plantea Kuolleet lehdet, el largometraje de Aki Kaurismäki que inauguró el certamen: una historia de amores azarosos y penalidades materiales que explicita su vínculo íntimo con el cine clásico y nos trae a nuestro 2023 algo de la calidez y la harmonía de las películas de Chaplin o René Clair.

De hecho, el temblor de lo humano y la cultura cinéfila van a menudo de la mano, son vibraciones que uno puede notar por igual en las películas que nos permiten oír la voz del cineasta. Cortometrajes tan guasones como Fred cancelado (Natalia Lucía) o Le Film que vous allez voir (Maxime Martinot), íntegramente compuestos por imágenes recuperadas, son elocuentes al respecto; pero, en otras ocasiones, esa simbiosis se produce de la manera más inesperada. Negu hurbilak (colectivo Negu), por ejemplo, es uno de esos filmes austeros y calmos tan característicos del cine independiente de nuestro tiempo que nos sorprende al recordarnos a los thrillers de jóvenes a la fuga a lo Nicholas Ray -me refiero, por supuesto, a They Live by Night– y, a la vez, al expresivo laconismo de los polars de Jean-Pierre Melville. L’Alternativa, por otra parte, deja a menudo constancia de cómo se imponen inadvertidamente la ficción y las reminiscencias cinéfilas profundas en títulos que parecen muy despojados en primera instancia. Ahí está, por ejemplo, un film como Antier noche (Alberto Martín Menacho), una particularísima experiencia situada en algún punto entre el cine de los hermanos Taviani y el western puro que nos propone una manera de dialogar con el cine americano mucho más sutil y estimulante que cierto cine español de factura industrial.

Y quizás sea una boutade pero hay algo remotamente truffautiano en Între revoluții (Vlad Petri), film epistolar a la manera de Les Deux Anglaises et le continent, o en Il pleut dans la maison (Paloma Sermon-Daï), relato sobre cómo dos adolescentes carentes de una guía parental fiable se enfrentan a los cuatrocientos golpes que les esperan cada día en la calle. Por cerrar el episodio de los filmes relacionados con el espíritu de Truffaut por ser veladamente librescos, Up the River with Acid (Harald Hutter) podría representar una manera original de trasponer al cine la particular experiencia del tiempo de la Recherche proustiana, ese pasado que habita en el presente y viceversa. Cosa que podría decirse también de La imatge permanent (Laura Ferrés), un debut deslumbrante en el que la íntima imbricación entre pasado y presente parece contagiar las misteriosas transiciones que se producen de un plano a otro; y de A morte de uma cidade (João Rosas), que parte de un motivo sencillo, la filmación de una trabajosa demolición operada por un heterogéneo grupo de obreros, para construir un relato felizmente digresivo que describe meandros sin fin yendo de historia en historia, de recuerdo en recuerdo.

El cine es fantástico

Si una inesperada cultura cinéfila se ha manifestado entre las rendijas de los filmes exhibidos en L’Alternativa, es la del género fantástico. O quizás no sea algo tan inesperado, pues todos los años hay títulos en el festival que nos invitan a pensar en un acercamiento indirecto, oblicuo y a veces travieso a lo fantástico. Un ejemplo evidente sería El rostro de la medusa (Melisa Liebenthal), que parte de una premisa sencilla -la completa e inopinada transformación de la cara de la protagonista- a la manera de un episodio de The Twilight Zone o un cuento de Cortázar y, sin desfallecer ni ponerse solemne, adquiere una sorprendente densidad y convoca multitud de temas, como si estuviéramos ante uno de esos filmes abismales de Charlie Kaufman. Me refiero también a largometrajes recorridos por reminiscencias de tradiciones ancestrales, civilizaciones atávicas y un hondo sentido de lo ritual: Tótem (Unidad de Montaje Dialéctico), un film que bascula entre un discurso prosaico sobre desapariciones políticas y una sugerente fabulación en torno a una cabeza olmeca perdida; O estranho (Flora Dias), por su parte, es una original divagación sobre piedras y vestigios que abren oquedades en el tiempo, articulada inteligentemente en los espacios del aeropuerto paulista de Guarulhos y las tierras colindantes; y La chimera (Alice Rohrwacher) nos cuenta una historia sobre saqueadores de vestigios etruscos muy cercana a O estranho en cierto sentido aunque con un tono onírico definitivamente felliniano.

Por otra parte, quizás el film más bello de todo el festival sobre el motivo de un viejo mito arraigado en nuestra cultura sea Aqueronte (Manuel Muñoz Rivas), en el que un grupo de individuos que cruza un río en ferri se transfigura en una evocación sorprendentemente precisa del trayecto hacia el Hades a bordo de la barca de Caronte. La fotografía de Mauro Herce, inconfundible, la hermana con Samsara (Lois Patiño), donde la fantasticidad se apodera de la forma misma de la película, que opera una metamorfosis explícita: a través de un largo fundido a negro, pasamos de una ficción mística y pausada tipo Satyajit Ray a una trama fabulística y engañosamente sencilla en el litoral de Tanzania que nos recuerda a la espontaneidad contagiosa que transmite la obra de Jean Rouch. Y esa segunda mitad de Samsara apunta sutilmente hacia una idea que podemos considerar la cuestión central de otro título capital de L’Alternativa 2023: el paso, sin solución de continuidad, de lo documental a lo fantástico es el fenómeno que anima Un volcán habitado (José Víctor Fuentes, David Pantaleón), una experiencia radical en la que no oímos más que las conversaciones reales de un grupo de amigos mientras vemos unas imágenes de la erupción volcánica de 2021 en la isla de La Palma que parecen irreales, fantasiosas. Así pues, el valor profundo de la película queda cifrado en ese roce entre la cotidianidad y lo fabuloso, entre lo vulgar y lo extraño; algo que Un volcán habitado comparte con Here (Bas Devos), cuyo elemento más interesante es sin duda toda la imaginería que compone en torno al contacto entre la vegetación y la ciudad, y las sensaciones abstractas que eso despierta.

La sola presencia en el plano de la vegetación o de la naturaleza en general desencadena una particular dimensión fantástica de la imagen en el cortometraje de Pantaleón El naciente, exhibido también en el festival, o en The Secret Garden (Noura Ouayda), que podemos considerar una muy astuta revisión independiente de Invasion of the Body Snatchers (Don Siegel). Pero, en ese sentido, capítulo aparte merece Zinzindurrunkarratz (Oskar Alegria), que es una verdadera celebración de la imagen y del sonido como conquistas en sí mismas, aunque también como una conquista de la memoria. A partir de unas tomas sin sonido en Super-8 realizadas en algún rincón de Euskadi, Alegria nos habla de la experiencia fílmica como una indagación de lo que no está o, más bien, como la permanente fabulación sobre cómo podría ser lo que no está. Y transita con provecho el fértil territorio de la autoficción y el cine en primera persona, por el que discurren también largometrajes tan emotivos como Bjergene (Christian Einshøj) y Soc filla de ma mare (Laura García Pérez), a su manera películas sobre espectros, o Notre corps (Claire Simon), que en sus mejores tramos nos recuerda al Nanni Moretti de Caro diario.

En suma, L’Alternativa ha sido en su última edición lo que siempre había sido: una demostración de que reivindicar el cine es reivindicar la condición humana, que nuestra alma no es un hálito sobrenatural sino algo tangible que está en la rugosa materialidad de las imágenes, en las reminiscencias del patrimonio cinematográfico, en la tendencia ineluctable a la fantasía, en las voces íntimas que nos hablan en primera persona del singular… Fue hermoso, por cierto, cerrar el festival escuchando a Laia Manresa y Matías Piñeiro en un coloquio sobre la transmisión de conocimiento en general y la experiencia de la Elías Querejeta Zine Eskola en particular. Los dos cineastas abogaron por la idea de desaprender, experimentar, deshacerse incluso de la necesidad perentoria de armar un film y empezar por ir al encuentro de los materiales esenciales del cine, esto es, las imágenes y los sonidos. Me resultó inevitable pensar en Godard, alguien que siempre partió del vasto patrimonio acumulado a nuestras espaldas y que dedicó el tramo final de su filmografía a realizar bellas y asilvestradas composiciones de imágenes infinitas hasta llegar al puro libro de imágenes. Sin texto, sin tesis, sin discurso: sólo las imágenes y el humano temblor que las anima. Acercarse a la obra Godard, a L’Alternativa o adonde sea que se halle el cine es siempre ir hacia un reencuentro con nosotros mismos.

Hojas de otoño, cines futuros

Del 10 al 19 de noviembre, L’Alternativa celebrará su trigésima edición. Es decir, el festival de cine independiente de Barcelona empezó más o menos a la vez que mi cinefilia, que floreció en unos años en los que, en plena adolescencia, mi curiosidad empezó a expandirse y me llevó a explorar el canon cinematográfico y el cine de autor del momento con creciente voracidad. Qué importante fue para mí, por ejemplo, un visionado memorable de Leningrad Cowboys Go America cierto día en el cine Casablanca y en compañía, si no recuerdo mal, de mis dos hermanos y mi cuñado. Nos partimos de risa y yo me hice un devoto admirador del estilo de Aki Kaurismäki: esos encuadres precisos, esos densos silencios, esas frases parcas y cortantes… Y, lo más importante, todo ello conjugado con una retranca irresistible.

Precisamente, el último largometraje de Kaurismäki, Kuolleet Lehdet (A.K.A. Fallen Leaves), abrirá el certamen en la proyección inaugural que tendrá lugar el día 10 en la filmoteca. Pero de lo que quería hablarles no es de eso sino de la magnífica cosecha de cortometrajes que se verá en el festival porque, un año más, el arriba firmante ha tenido la suerte de participar en la programación. Creo que se trata de una selección que responde al estilo característico de L’Alternativa, un estilo que refleja con precisión las maneras y los derroteros de un cine que, a lo largo de estos treinta años, se ha mantenido en los márgenes del gran complejo cinematográfico pero en el corazón de cierta inquietud ética y estética.

¿Y qué ha pasado en las tres últimas décadas? La revolución digital ha llevado a nuestros bolsillos aparatos que filman y reproducen con suma facilidad, y hemos acabado viviendo rodeados por un océano de imágenes sin aura, autogestionadas, banales o trascendentales según el caso. Por eso me parece significativo que una buena parte de los cortometrajes que veremos en L’Alternativa gire en torno a motivos íntimos o escenas cotidianas de familias y gente corriente recorridas por el misterio o cargadas de inesperada significación, como es el caso de Buscó a Satanás, encontró la familia (Miguel Ángel Fajardo), Aitana (Marina Aberti), Divlje cvijeće (Karla Crnčević), This Line Connects The Void (Tram Nghiem) o Amanecer (Martina Sáez Savi).

Otros films inciden en motivos parejos pero se van extraviando hacia formas más abstractas en cuanto al montaje y el tratamiento de la imagen, como pasa en Este agosto estuvimos grabando un retrato (Sofía Tudela), Please Make It Work (Daniel Soares), Arriba es abajo (Mariona Domènech), Los nadadores (Charlie López) o El naciente (David Pantaleón, que también traerá su largometraje Un volcán habitado, codirigido con José Víctor Fuentes). De hecho, habrá en L’Alternativa varios cortos de animación que recorren con inteligencia la senda de la radicalidad y la abstracción: ahí están Beautiful figures (Soetkin Verstegen), Heliotrope (Janie Geiser), Mini-mini-pokke no okina niwa de (Yoko Yuki) y Ce qui bouge est vivant (Noémie Marsily).

Lo abstracto, no obstante, no está reñido con lo ensayístico, con la articulación de un discurso, como vemos en Non te vexo (Xacio Baño) o en films abiertamente políticos -aunque cada uno a su manera- como Mother Earth’s Inner Organs (Ana Bravo Pérez), El polvo ya no nubla nuestros ojos (Colectivo Silencio), Dildotectónica (Tomás Paula Marques) o Máxica Neves no Nadal (Víctor Soho). La propia forma de combinar, rimar o confrontar imágenes es un gesto político y revolucionario en Vuelta a Riaño (Miriam Martín), Fred cancelado (Natalia Lucía) o Le Film que vous allez voir (Maxime Martinot). Como lo es también el hecho de comentar ante el espectador lo que estamos viendo, a la manera de Al borde del agua (Iñigo Salaberria y Maria Elorza) o Avitaminosis (Kateryna Ruzhyna).

Aunque, si la política implica una meditación constante sobre el futuro que queremos, no hay nada más político que acercarse a la juventud y darles la palabra, como hacen los autores de Ruinas futuras (Elvira Arbós, Francisco Armenteros, Ran Chen y Carolina Sánchez) y Nos îles (Aliha Thalien), donde la presencia de una roca misteriosa en el litoral nos aproxima inesperadamente al territorio de lo fantástico. Al final, la sombra de Méliès parece recorrer secretamente todo el cine, en el fondo un arte siempre cercano al arcano, al misterio. Y por eso algunos de los cortometrajes del certamen son también variaciones extravagantes e insospechadas sobre los motivos y texturas del género fantástico en sentido amplio: The Secret Garden (Nour Ouayda), Why Are You Image Plus? (Diogo Baldaia), Trouble (Miranda Pennell) y Aqueronte (Manuel Muñoz Rivas).

Todos esos cortometrajes se podrán ver en cinco sesiones tituladas Ascendentes, Atisbos, Despropósitos, Ensoñaciones y Heridas, cinco programas variados y estimulantes que serán proyectados en el auditorio MACBA. En paralelo, habrá también largometrajes, charlas y otras actividades en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona, el Maldà, la filmoteca, el Zumzeig y la ECIB. Y, en enero, el festival tendrá continuidad en la red, concretamente en Filmin. L’Alternativa, en suma, es una invitación a disfrutar y a seguir agrandando nuestra curiosidad, como empezó a hacer un servidor hace treinta años. Porque, como decíamos, lo que veremos es efectivamente una alternativa a lo convencional pero, en el fondo, se trata del fenómeno cinematográfico en toda su amplitud, del centro de la cuestión. Quedan formalmente invitados, no se lo pierdan.

Invitación a la felicidad

A partir del 18 de noviembre, tendrá lugar una nueva edición de L’Alternativa, festival de cine independiente de Barcelona, que se desarrollará en diversos espacios de la ciudad y parcialmente también en formato online hasta el 4 de diciembre. Para quien firma estas líneas, esta 29ª edición es inevitablemente singular porque, por primera vez, ha participado en el equipo de programación de cortometrajes nacionales e internacionales. Por eso, este texto se adelanta al certamen y quiere invitar al lector a acudir a las dependencias del Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona, donde se proyectarán seis sesiones de películas de corta duración pero largo alcance ético y estético.

De hecho, los cortometrajes que veremos conforman a su manera una síntesis de algunas de las ideas más estimulantes que nos plantea hoy en día el mejor cine de autor, alternativo, independiente, experimental o simplemente comprometido en un sentido u otro. Empezando por, obviamente, formas de ruptura o de disección del relato, como las que plantean Manchmal weiss ich nicht wo die Sonne (Aquilino Samantha) o Flora (Nicolás Pereda). La animación juega en ese sentido un papel significativo en Glazing (Lilli Carré), Azaletik azalera (Mel Arranz) e incluso, a su manera, en Backflip (Nikita Diakur). Llama también la atención la relevancia que van adquiriendo los relatos sin imágenes -o acaso con imágenes vicarias- y las imágenes sin relato, como ejemplifican A casa do norte (Inês Lima), Hacia la niebla (Ricardo del Conde), Puerperio (Pili Álvarez), Presentimiento de un naufragio (Natalia Lucía) o Yungay 7020 (Raquel Calvo Larralde, Elena Molina Merino). Y no es menos significativo el triunfo de la palabra, el poder transformador de un cine que se deja guiar por la voz humana: ahí están Urban Solutions (Arne Hector, Minze Tummescheit, Luciana Mazeto, Vinícius Lopes), To Pick a Flower (Shireen Seno), Écoutez le battement de nos images (Maxime Jean-Baptiste, Audrey Jean-Baptiste), Descartes (Concha Barquero, Alejandro Alvarado), Hirugarren koadernoa (Lur Olaizola) y Fe (Maider Fernández Iriarte).

Por su parte, otros de los cortometrajes que veremos en L’Alternativa nos informan, desde diferentes perspectivas, sobre el peso del legado cinematográfico, la noción de que las imágenes de nuestro presente están pobladas por una vasta cultura acumulada desde las vistas de los hermanos Lumière hasta hoy. Es el caso de, pongamos, Nazarbazi (Maryam Tafakory), Mauvais jour (Christophe Guérin), Portabella cotidiano (Ramon Balcells) o Un viento roza tu puerta (Jorge Castrillo). El tema se cruza en otros títulos con motivos relativamente análogos como son los recuerdos y su deformación, los vínculos filiales o las relaciones íntimas, cuestiones presentes en A Human Certainty (Morgan Quaintance), Ponto final (Miguel López Beraza), Olores (Alba Esquinas López), Caballo de espuma (Juanjo Rueda) o How Do You Measure a Year? (Jay Rosenblatt). Y no podemos dejar de subrayar una vez más todo lo que suscita la presencia, unas veces más sutil y otras más evidente, de ingredientes fantásticos en obras como Uogos (Vytautas Katkus), Curupira e a máquina do destino (Janaina Wagner), Bird in the Peninsula (Atsushi Wada), Datura’s Aubade (Jean-Jacques Martinod, Bretta C. Walker), Asterión (Francesco Montagner), Infernuan (Íñigo Jiménez Bohoyo) o Argileak (Patxi Burillo Nuin).

Todo eso veremos a lo largo de seis sesiones en el CCCB tituladas Acercamientos, Destinos, Apariciones, Circularidades, Desafíos y Extrañezas. Seis conjuntos variopintos y dinámicos por cuanto conviven en cada uno de ellos formas muy diversas de plantear alternativas visuales y narrativas, componiendo así un pequeño gran programa para el replanteamiento de nuestra relación con las imágenes. Pero, sobre todo, son seis ocasiones para dejarse llevar por las formas mutantes que se agitan en la pantalla y redescubrir así las sensaciones que siempre nos han hecho felices, desde que empezamos en la infancia a disfrutar con las películas y los dibujos animados, expandiendo a la vez nuestra imaginación y nuestra visión crítica del mundo. Ah, y habrá también, por supuesto, largometrajes en el festival, muchos y muy interesantes largometrajes. Pero eso ya lo explicaremos más adelante. De momento, pasen y disfruten.