‘Francisca’ – La vana gloria de amar

Para los que empezamos por el final, familiarizándonos con el cine de Manoel de Oliveira partiendo de las últimas y prolíficas décadas de su filmografía, nos sorprenderá la movilidad de la cámara en Francisca (1981), largometraje que llega tardíamente y remasterizado a nuestras pantallas (el público español se había podido ya acercar al film a través de una austera edición en DVD de 2005). Es decir, no es que se trate de una sinuosa cámara flotante a la manera de Andrzej Zulawski, ni mucho menos; pero la relativa profusión de travellings, zooms y panorámicas en Francisca, por muy suaves que sean, contrasta con la extrema austeridad de los largometrajes de Oliveira desde los años noventa en adelante, algunos de los cuales llegan a tener sólo uno o dos movimientos de cámara o incluso, si la memoria no me falla, ninguno. SIGUE LEYENDO EN http://cinentransit.com/francisca/

El doble testamento de Manoel de Oliveira

“No trespassing”, reza el famoso cartel en el famoso arranque de la famosa Citizen Kane. Visita ou memórias e confissões, la película que Manoel de Oliveira filmó en 1982 a modo de testamento con la intención de que no fuera mostrado hasta después de su muerte, empieza de manera inversa, con una puerta abierta que nos invita a penetrar en el Xanadú particular del cineasta portugués. Dos voces en off, las de dos visitantes inmateriales, nos conducen por las estancias de la que fue la casa de Oliveira durante décadas. “Mi espíritu vivió en ella”, especifica él, en una de sus apariciones.

Apariciones, cabe decir, de quien se presenta como un espectro en un film que debía ser visto después de su fallecimiento. Oliveira subraya el carácter de fantasmagoría del cinematógrafo, la imagen como contacto con lo desvanecido. Un fascinante travelling, hacia el final de la película, nos conduce hacia la oscuridad del jardín al atardecer, a un punto en el que, antes, nos ha sido mostrada una flor de magnolia: sabemos que está ahí pero no la vemos, cubierta de penumbra. El cine es también el arte de ver lo que (ya) no se ve.

Visita ou memorias e confissões, además, es una pieza única en su filmografía, una rara pieza autobiográfica en primera persona. En aquel momento, en su cine, suponía un gesto “revolucionario” el acto de “girar la cámara hacia sí mismo” a la manera de Jonas Mekas, según explica José Manuel Costa, director de la Cinemateca Portuguesa, en los contenidos extras de la excelente edición en DVD de Épicentre Films. O a la manera de Nanni Moretti, añadiría. El yo del cineasta ha sido una aparición natural en las metamorfosis de la modernidad cinematográfica y Oliveira, que cimentó su cine sobre los posos de la literatura y la historia, participó de esa voz más de lo que puede parecer a primera vista.

Hay que tener en cuenta que su película, rodada en 1982 (y presentada entonces sólo al equipo del film y a unos poquísimos invitados especiales, Jean Rouch entre ellos), fue concebida como un testamento pero ha acabado siendo en realidad una presentación. Después de ese año, en el que Oliveira cumplió los 74 años, se desarrolló el grueso de su filmografía, que incluye más de treinta largometrajes hasta su muerte en 2015. Por eso, Visita ou memorias e confissões casi parece una burla cómplice o truco al estilo, precisamente, del director de Citizen Kane.

Al final de la película, Oliveira se filma a sí mismo trabajando en el guion de Non, ou a vã glória de mandar, algunas de cuyas imágenes nutren O velho do Restelo, cortometraje de 2014 que cerró la obra de Oliveira y que también puede verse en la edición de Épicentre. De hecho, resulta quizás más testamentario que Visita ou memorias e confissões, o acaso compone con ésta un doble testamento.

Es ese viejo de Restelo el personaje que, en Os Lusíadas, advierte a los ambiciosos navegantes, en plena partida de la expedición de Vasco da Gama: «Ó glória de mandar! Ó vã cobiça / Desta vaidade, a quem chamamos Fama!». El film nos ofrece un comentario tardío y profundo del cineasta acerca de la vana gloria de mandar, el sentido de la historia, las tribulaciones de su país y la cultura acumulada en nuestra memoria y bajo las imágenes. Don Quijote (¿o Cervantes disfrazado de Quijote?), Luís de Camões, Camilo Castelo Branco y Teixeira de Pascoaes son los últimos personajes que aparecen en el cine de Oliveira, de los que parece decirnos que ha heredado, en definitiva, esa visión descreída y distanciada, la mixtura entre el enamoramiento de la cultura y la desmitificación del pasado y de toda gloria o nación, lección mayor que nos ofrecerán siempre las letras universales y el cinematógrafo.