Perder la cabeza, conquistar el desierto

Si, en Un couteau dans le coeur (Yann Gonzalez), un asesino enmascarado causa estragos en unos estudios donde se realizan películas pornográficas gais, el serial killer de Khook, conocida internacionalmente como Pig, va decapitando a directores de cine iranís sin distinción de estilo, generación o tendencia política. El propio realizador del film, Mani Haghighi, se une a la lista de víctimas a los pocos minutos de metraje, en una incursión dentro de su propia ficción que nos recuerda los vericuetos de Ejdeha Vared Mishavad! (A Dragon Arrives!), largometraje anterior que resultó toda una revelación para el arriba firmante. En comparación, Khook es una película más asequible y un logro más modesto, pero es también el indicio de una voz original y una muestra de ciertas tendencias del cine contemporáneo.

Las concomitancias con Un couteau dans le coeur no se limitan a la presencia de un asesino en serie en la trama. Igual que Gonzalez, Haghighi es uno de los cineastas de hoy en día que más cuida la expresividad cromática de sus imágenes, ricas en colores vivísimos y bañadas ora por una sólida luz diurna, ora por irisados neones que quiebran con violencia la oscuridad de la noche. Lo mismo que Peter Strickland, cuyas imágenes remiten también al colorista cine de serie B de los años sesenta y setenta, a la paleta generosa de Mario Bava, incluso a las películas de Terence Fisher. Así pues, en cineastas de diferente procedencia, se adivina una tendencia común a una determinada cultura cinematográfica, un gusto compartido por lo kitsch y por recorrer los márgenes del cine de género, particularmente del fantástico. Y también del musical: Khook se suelta con un par de coreografías y la interpretación de un tema francamente malsonante que se introducen en la diégesis del film como con truco, por esos pasadizos secretos que hacían de A Dragon Arrives! una película desconcertante e hipnótica. El rock es otro ingrediente cultural importante que se expresa en Khook y contribuye a darle su tono y su ritmo.

Pero Khook se adscribe también, de forma explícita, a otra tradición de fuerte arraigo en el cine de autor. El protagonista es un cineasta en crisis vital y creativa que llega a desear, por envidia, que el asesino en serie vaya a por él para poder sentirse uno más en la nómina de realizadores reputados; desea el reconocimiento a través de la desgracia, como el Pepe Isbert de El cochecito. Hay algo en Khook de la vieja comedia negra europea a lo Rafael Azcona pero, sobre todo, hay una reproducción del modelo asentado por Fellini desde Otto e mezzo y por su discípulo Woody Allen: el tipo de mediana edad atribulado, el creador paranoico que se siente personal y artísticamente boicoteado por todo su entorno, el varón repudiado que pierde la cabeza y se torna agresivo y desconfiado… La conexión con el cine de Allen se hace patente también en las cuatro pinceladas sobre la relación entre edípica y marciana que el protagonista mantiene con su madre. Y una secuencia, en la que el cineasta se despierta en su cama y van acudiendo personajes de su familia y de su entorno social y profesional, nos recuerda inevitablemente a Kafka, al inolvidable arranque de La metamorfosis. Como el tema del falso culpable, del individuo acosado injusta y arbitrariamente, tan kafkiano como hitchcockiano. Y, en esta pequeña región del cine, el roce con lo onírico y con lo fantástico es sin duda preceptivo; véase, por ejemplo, los extravíos de Synecdoche, New York (Charlie Kaufman), con la que guarda también notables similitudes.

En esa confluencia inesperada de culturas, en ese tono original y poco acomodaticio, el cine de hoy parece estar encontrando un acento propio, un nuevo devenir, y Haghighi lo ha captado sin duda desde su Irán natal, la tierra de Abbas Kiarostami y Mohsen Makhmalbaf, cineastas con los que un roquero como Haghighi no parece compartir nada. ¿O quizás sí, tal vez ese cine despojado y esencialista contribuyó de alguna manera a que, ahora, el cine se sienta libre de ataduras y observe su radio de acción como un campo amplio e ignoto, como los desiertos que gusta de filmar Haghighi?

 

 

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