Los rostros y el malestar

Para los bartasistas Laura y Sergio

 

Barcelona está abrazando tardíamente la obra de Šarūnas Bartas. La filmoteca le ha dedicado una retrospectiva, el cineasta lituano ha visitado la ciudad y, ahora, se ha estrenado Ramybė mūsų sapnuose (Peace to Us in Our Dreams), su último largometraje hasta la fecha y el primero que se exhibe comercialmente por estos pagos.

Comparada con otras películas de Bartas, Peace to Us in Our Dreams es un film narrativamente más convencional, es decir, con una trama más identificable. No obstante, no es ninguna rareza en su filmografía sino, al contrario, puro Bartas: una familia herida por hechos pasados y con problemas agudos de incomunicación entre sus tres miembros pasea su angustia por una casa de campo mientras merodea por la zona un pequeño salvaje, hijo de unos vecinos cuya relación está, en su caso, del todo destruida, llena de acritud y violencia.

Me agradan las películas dotadas de una, digamos, geografía propia, unos espacios característicos con los que nos familiarizamos y que forman una parte substancial del significado del film. Es el caso del bosque de Peace to Us in Our Dreams, y de las casas de los protagonistas, del lago en el que pescan y nadan, y de las carreteras que comunican los diferentes espacios. Un paisaje parecido al de la parte terrestre de Solaris o al de los filmes de Ingmar Bergman que transcurren en la isla de Fårö. A Bartas, se le compara precisamente con Tarkovsky y con Bergman. No obstante, los seres lacónicos, silentes y abatidos que pueblan sus películas, así como su relación con los escenarios que habitan, me hacen pensar sobre todo en Michelangelo Antonioni, definitivamente un referente constante en cierto cine de ahora.

Antonioni se fijaba en sus películas en un mal de vivre propio de clases medias o burguesas de la Europa occidental de mediados del siglo XX. Bartas se fija en las sociedades de Europa oriental que transitaron del socialismo espectral al capitalismo real durante el cambio de siglo. Está en todos sus filmes anteriores y también en Peace to Us in Our Dreams, a pesar de ser una película más intimista y diáfanamente autobiográfica que discurre por otros derroteros. Bartas ha filmado bellísimos diálogos llenos de melancolía, como los de Marcello Mastroianni y Jeanne Moreau en La notte. O descarnados y etílicos como los de las películas de John Cassavetes, otra presencia que, con cierta frecuencia, se manifiesta entre líneas en el cine de nuestro tiempo.

Bartas entronca con lo que podemos considerar una de las tradiciones de la modernidad cinematográfica, esto es, ese cine del malestar del que Antonioni y Bergman son sin duda autores señeros y cuyo punto de partida podría ser tal vez la honda pesadumbre de los pescadores de La terra trema de Visconti, expresada en intensos tiempos muertos que abren toda una nueva dimensión de lo cinematográfico. Un cine poblado de criaturas cabizbajas en el que, como quien dice, “no pasa nada”, motivo por el que siempre ha molestado a una determinada cinefilia carca y perezosa. No hay, en realidad, imágenes más llenas de vida que los de filmes como La terra trema, La notte, Sommaren med Monika o Peace to Us in Our Dreams, primeros planos en los que pasan muchas cosas. El rostro ha sido en el cine el territorio de la aventura humana en su expresión más completa y transparente; y ha sido también el paisaje de la búsqueda de la modernidad, pues en él ha encontrado la cámara un lugar donde interrogarse junto al espectador sobre lo que el cine puede decirnos a estas alturas.

 

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La melancolía de las sociedades postsocialistas y el sentimiento de desarraigo que visitamos en el cine de Bartas establecen un inesperado parentesco entre su cine y el de Jia Zhangke, especialmente con su último largometraje, Shan he gu ren (Más allá de las montañas). Punto de encuentro entre pasado, presente y futuro, es un film sobre lo que perdimos y la nostalgia que sentimos, sobre el deseo de recuperar las raíces y sobre las crueles contradicciones que implica el acceso a la modernidad. De alguna manera, es la consecuencia lógica de lo que ha sido el cine de Jia hasta ahora, que desemboca en esta película sencilla y densa, bella y dolorosa. Jia y Bartas han firmado, con sus últimos filmes, obras clave del cine actual que nos dan noticia sobre el estado de las cosas ahora que todo ha terminado.