Cine o películas

Tal vez sea porque uno no ve más que cine por todas partes pero tuve la grata experiencia de descubrir un «film indirecto» en una obra expuesta en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (MALBA). Se trata de The Violent Tapes of 1975, de David Lamelas. Vemos una sucesión de fotografías protagonizadas por una chica, varios tipos y un helicóptero que sugieren varias situaciones de tensión: tal vez disputas, tal vez persecuciones, tal vez diálogos reveladores… Como ver segmentos de un thriller sin poder desentrañar la trama pero captando la esencia, la atmósfera.

Aunque es tentador equiparar The Violent Tapes of 1975 a La Jetée de Chris Marker, la obra me recordó inevitablemente a Pierrot le fou, que es también un thriller fragmentario, esencial, una obra que apela a nuestras experiencias como espectadores más que a nuestra habilidad como seguidores de historias.

Una parte de la modernidad en el cine ha consistido siempre en eso: en reproducir piezas, sensaciones, efluvios del cine transitado por todos nosotros para redescubrirlo y, a la vez, darle la vuelta. Desenmascarar e invocar a la vez; ¿no es ése, por ejemplo, el sentido del cine de Todd Haynes, que comentamos a raíz de la elocuente Carol?

Conviene acercarse a las películas desde dos perspectivas diferentes y complementarias: asumiendo la unidad del film y de su sentido, como ente compacto y discurso cerrado en sí mismo, y observándolo a la vez como una porción de cine, es decir, como una ventana a tiempos, espacios, impresiones que tienen vida más allá del artefacto unitario del film y pertenecen a magma infinito del cine. Desde esa perspectiva fragmentaria, se toma contacto con algún tipo de verdad esencial que siempre estuvo ahí, viviendo en las imágenes.

 

 

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